Carmen de Bizet

Una obra maestra inolvidable. Raras veces logra un compositor dar forma simultáneamente a las grandes líneas y al detalle más pequeño. Bizet lo consiguió en esta ópera, y además con un estilo totalmente personal, que no sigue ni a Wagner ni a Verdi (hazaña de la que muy pocos músicos de la época fueron capaces). La melodía, la armonía, el ritmo y la instrumentación son igualmente perfectos en belleza y fuerza expresiva.


Lugar y época: En Sevilla y sus alrededores, hacia 1820.



En la plaza de la ciudad. A la izquierda la casa del guardia, a la derecha la puerta de una fábrica de cigarrillos. En la parte trasera del escenario había un puente. Una chica se acerca buscando a un cabo llamado Don José. Los guardias le dicen a ella que el vendrá en el próximo turno de guardia. Ella dice que volverá mas tarde. En una rápida marcha, el cambio de guardia se realizó, liderado por el capitán Zuniga y el cabo José. Por la descripción que le habían dado, José realizó la conclusión de que la chica era Micaela.







Es la hora de trabajo en la fábrica, y las chicas empezaron a caminar, a reírse, a hablar, y a coquetear con los soldados. Carmen, una melancólica, delgada, y atractiva muchacha descendía por el puente cantando una de las mejor canciones, mas caracterizable aria de entrada de toda la opera francesa, la habanera: “L´Amour est un oiseau rebelle” (el amor es un ave rebelde). Carmen bailaba cerca de José, obviamente buscando su atención, luego tiraron una flor roja a su cuerpo y ella se la dio a el, después con una sonrisa corrió dentro de la fabrica, seguido por otras mujeres José tomó la flor y la guardó cerca de su corazón.







Micaela volvió, trayendo saludos de su madre. De repente oyó gritos y carcajadas de la fábrica. Carmen había apuñalado a otra mujer durante una pelea. Carmen se puso de mal humor, y se burlaba de las preguntas del capitán. Enfurecido, Zuniga ordenó que la esposaran mientras el preparaba los papeles para su encarcelamiento. Zuniga la dejó a solas con José como su guardia, ella lo desarmó con promesas de amor. El estaba encantado, y cuando Carmen dijo que se encontrarían en la taberna de Lillas Pastia, el aflojó sus esposas, y ella escapó. Pero ahora es José el que iba a ir a prisión.






Acto II

La taberna de Lillas Pastia. Ya pasaron varios meses. Zuniga le dijo a Carmen que la sentencia de José terminaba ese día. El torero Escamillo entró al bar, y por la ovación del público, cantó la Canción del Torero, “Votre toast je peux vous le rendre” (para tu salud yo tomo con placer). El se impresionó al ver a Carmen, y ella al verlo a el, pero Carmen todavía tenía a José en su mente. Es tarde en la taberna. Los contrabandistas El Dancairo y El Remendado querían a Carmen, Frasquita y Mercedes para ayudar a escapar a los contrabandistas esa noche usaron su encanto para distraer a la patrulla costeras de sus tareas. Carmen no se iba a ir prefería esperar a José. Los contrabandista dijeron, bien, tal ves el se quiera unir al plan. Ellos la dejaron y se fueron. José llego, y Carmen comenzó a bailar para el. Desde el cuartel sonó la trompeta para volver a sus habitaciones. José estaba obligado a obedecer, y Carmen lo acusó de preferir más sus obligaciones que su amor a ella. El tomó la flor de su camisa que ella le había dado y canto sobre su amor por ella en la Canción de la Flor “La Fleur que to m´avais jetee” (la flor que me una ves me diste). La puerta se abrió y Zuniga entro como una ráfaga, esperando encontrar a Carmen sola. El y José discutieron muy seriamente, después sacaron las espadas. Los contrabandistas interrumpieron la pelea y se llevaron a Zuniga como prisionero. Ya que era insubordinado para su capitán, para decir lo que sea, José no tuvo más remedio que seguir a Carmen por los pasillos más remotos de la ciudad.





Acto III

Un camino pedregoso en la montaña. Los contrabandistas estaban esperando el momento justo para mover su contrabando más allá de la frontera. Entre José y Carmen las cosas se pusieron tensas. El estaba asustado por su madre. Ve a visitarla, dijo Carmen. Ella tomó un mazo de cartas de la fortuna de Frasquita y Mercedes, y en una mano predecía el futuro primero para ella y después para el. Los contrabandistas estaban listos. José tomo una posición de vigía sobre las rocas. En el medio de la actividad de contrabando, Micaela deambulaba por la montaña y cantaba una de las mas conmovedoras arias en la opera, “Je dis que rien ne m´epouvante” (no puedo permitir que hagan eso tengo miedo). Al no encontrar a José, ella se fue. Un disparo se escuchó. José había disparado, pero falló, a un intruso, que resultó ser Escamillo. Molesto al saber que el torero había venido por carmen, José lo retó a un duelo con cuchillos, y al estar el a merced del otro cuando los contrabandistas volvieron y separaron a los combatientes. Micaela tan bien volvió y le dijo a José que su madre estaba muriendo. En la distancia se escuchaba a Escamillo cantar desafiantemente. Micaela y José se fueron juntos. A una cuadra de la plaza de toros en Sevilla. Escamillo entró con Carmen en sus manos y entró al campo, pero ella se paró a un lado para esperar a otros amigos. Una mujer le advirtió a Carmen que José estaba oculto en la multitud. Ella le contesta sin miedo, “no soy cobarde”. Como en la cuadra estaba José dio un paso adelante, demacrado, zarrioso, desesperado. José le suplicó que se valla con el, pero ella dijo, nunca, ella amaba a Escamillo. Como ella quería subir corriendo las escaleras, José la tomo de la mano, y le clavó el cuchillo en su espalda, matándola justo cuando la multitud gozaba el triunfo del torero. José se entregó a la policía, después se lanzo en el cuerpo sin vida de Carmen.